Señora Ana Mato. Buenos días. Para usted.
Esta mañana en la Cadena SER estamos informando de
que su Ministerio planteará esta tarde a los representantes de las comunidades
autonómicas que el transporte sanitario no urgente deje de ser gratuito para
los usuarios, y que sólo puedan usarlo aquellos enfermos que tengan algún tipo
de discapacidad psíquica o física que cause incapacidad para usar el transporte
público o privado. Una decisión que puede afectar, entre otros, a los enfermos
de cáncer, diálisis o rehabilitación que acudan a sus tratamientos.
Señora Mato. Usted, como casi cualquier persona
nacida en una urbe como Madrid, ignorará las características demográficas de esta
provincia. No se preocupe, yo se lo explico: Gente mayor, apartada de los
centros hospitalarios en los que se desarrollan esos tratamientos. Sin edad
para conducir y sin posibilidades de utilizar un transporte público que no
existe o es deficiente en cuanto a horarios.
Gente con las pensiones mínimas más mínimas del país y que son de esas
buenas personas de las que se acordaba ayer su jefe, Mariano Rajoy, que nunca
se manifiestan ni aparecen en las portadas de los periódicos, más que nada
porque muchos aún tienen el miedo metido en el cuerpo. Gente que gracias a
usted, señora Mato, es posible que no puedan acudir a recibir esos
tratamientos, bien porque no los considere usted (o sus adláteres, que lo mismo me da para el
caso) suficientemente discapacitados, o bien porque no les de la pensión para
pagárselo, a pesar de comer berzas día sí y día también y gastar en ocio lo que
cuesta salir a la solana los días que el tiempo lo permite.
Señora Mato, usted, que tiene por lo menos un ipad,
un ratón, una alfombrilla de ratón, un coche, un conductor, un par de escoltas,
dinero para viajes, dietas y multas. Usted que cobra un pastizal y que si
pierde la cartera seguirá cobrando sin problemas, eso si no acaba en alguna
empresa privada de esas que se rifan los exministros para colocarlos de
asesores. Usted a la que deseo no tenga ningún problema de salud en su vida y
muera de viejita rodeada de sus personas queridas, usted nunca podrá entender
las consecuencias de este “ parece que podemos recortar por aquí”. Señora Mato,
lo cierto es que el cuerpo me pide calificarla sin tapujos como sinvergüenza
como poco, pero me voy a contener. Prefiero recomendarle un entretenimiento,
señora Mato. Vaya haciendo usted muesquitas en su cartera de ministra por cada
vecino de esta provincia y esta comarca que sufra en sus carnes sus decisiones
y cuando llegue el momento de abandonar este valle de lágrimas (para los demás,
para usted no), diga usted a todos sus seres queridos: ¿Veis todas estas
marquitas en mi cartera?… pues a todos estos, les hice vivir sufriendo lo poco
que les quedaba. Yo, Ana Mato. Y ahí, ya si quiere, la espicha.
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