Lo voy a
reconocer desde el principio, que estas cosas que cuestan, mejor cuanto antes.
No vi la entrevista de Rajoy. Sé que como periodista es imperdonable, pero mi
salud no me lo permite. Estuve viendo cómo se hacen los bombones en Discovery
MAX. Los bombones me sientan mal, pero en la tele no. Y Rajoy me sienta mal.
Sin embargo estuve pendiente de lo que se contaba y
se cuenta sobre esa entrevista y llego a la conclusión de que cada uno cuenta la
feria como le va en ella o dependiendo de lo que gana. Yo de Rajoy en la tele
no espero mucho. Desde un punto de vista “mediático”, no da mucho de sí. Suele
ser un ni si ni no ni todo lo contrario que choca contra lo que es el medio
televisivo en sí, como una película de Bergman a media tarde, como el Ulises de
Joyce en la piscina. Vamos, que desespera. Pero como no lo vi, si quieren,
ustedes me cuentan sus impresiones y así ya me entero sin tener que analizar
sus impresiones dependiendo de la cabecera que encabeza la información.
Lo que si me quedó claro es que hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades y que no podemos gastar lo que no tenemos.
Creo que al menos en lo segundo, los españoles empezamos a ser expertos, pero
aunque al presidente le parezca “de sentido común”, hay una segunda lectura,
como en casi todo, incluido, creo, en el Ulises de Joyce. No podemos gastar más
de lo que tenemos (supuestamente) pero sí podemos gastar lo que tenemos en
otras cosas. En las importantes. Porque seguro que ustedes, como yo, saben que
en casa hay gastos imprescindibles y otros que pueden evitarse. Y a mi me
sobran alharacas y me faltan imprescindibles. Tuppers de destrucción masiva
aparte, me sobran gastos en representación, me sobran políticos, me sobran muchos
caldos de cultivo que con un supuesto fin social que nadie controla dan pan y sopas a muchos de esos políticos, me
sobran asesores, personas de confianza, consejeros, chóferes de consejeros,
vinos españoles con picapán, centros de interpretación de la nada, nadas con
monolito, aeropuertos sin aviones, pasarelas sobre el vacío, parques japoneses
sin niños ni viejos ni nada, fuentes ornamentales apagadas, adoquines
escupidores, macetas sin plantas, bolardos en lugar de educación cívica o
multas en su defecto, y no sigo porque me quedo sin aire. Y ya sabemos que no
podemos respirar por encima de nuestras posibilidades. Y en definitiva, me
sobran dirigentes que no dirigen y que esperan que los problemas se dividan en
dos carpetas, como decía aquel señor bajito, en los que el tiempo ha resuelto y
los que el tiempo resolverá. Porque para eso, no nos hace falta dirigentes, y
de ahí, ya nos ahorramos un buen pico.
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